18.12.2008 10:53

Llevar hábitos de vida poco saludables se asocia con un retraso psicológico en niños

La falta de actividad física en los niños y los malos hábitos nutricionales están relacionados con un retraso psicológico y emocional, según muestran los resultados de un estudio realizado por pediatras de Atención Primaria a 430 niños españoles, y que se incluye dentro del libro 'Psicología y Nutrición', que ha sido presentado este miércoles en un acto al que han acudido los expertos responsables de su elaboración.

Los resultados de la encuesta 'Test Krece Plus' revelaron que cerca del 25% de los niños tiene unos hábitos nutricionales muy malos, el 57% presentan un nivel medio, y sólo el 20% mantiene unos hábitos nutricionales saludables.

En concreto, más del 10% consume comida rápida, apenas el 7% come verdura más de una vez al día, y sólo la mitad de los niños comen una ración de verdura. Además, en cuanto al consumo de fruta, el 80 por ciento toma una pieza o zumo al día, pero tan sólo el 40 por ciento toma dos o más.

Respecto al desayuno, el presidente de la Fundación para la Investigación Nutricional, Lluis Serra, destacó que un 4% no consume lácteos para desayunar, el 73% consume cereales o derivados, y un 20% come habitualmente bollería industrial en el desayuno. Por ello, este experto señaló que "no es tan importante desayunar como la calidad de los alimentos".

En este sentido, Serra indicó que "los niños que desayunan solos tienen una calidad mucho menor que aquellos que desayunan acompañados. Comer en conjunto beneficia no sólo desde el punto de vista psicológico, sino también alimentario", subrayó. Además, señaló que "es muy importante también cenar en familia".

Sedentarismo

En cuanto a actividad física, los datos del estudio muestran que el 11% tiene un nivel bueno de actividad física, el 41%, y el 48% se mantiene en un nivel medio.

Los expertos observaron una relación entre el peso y el desarrollo psicológico y emocional, y subrayaron que las personas que tienen una sospecha de algún tipo de alteración de carácter psicológico tienen más sobrepeso y obesidad. "Hay una tendencia significativa que se mantiene en ambos sexos, pero sobre todo en las mujeres", añadió.

Al igual, la relación entre nutrición y desarrollo psicológico revela la tendencia de que los niños con un desarrollo normal tienen una mejor nutrición, así como la relación con la actividad física, que muestra que los niños con un desarrollo normal tienen unos niveles de actividad física mejores que los niños con una sospecha de alteración psicológica.

Por su parte, el presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria, Javier Aranceta, apuntó que los hábitos nutricionales están relacionados con la elección de los alimentos, que a su vez está condicionada por aspectos como la percepción sensorial, los recursos económicos o la influencia de la publicidad. Sin embargo, este experto destacó los aspectos psicológicos y la educación nutricional como como los elementos más importantes.

El profesor de la Unidad de Neuropsicología de la facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, Francisco Rodríguez, explicó que "desde que el niño nace empieza a construir la precepción de los alimentos, y las características de los alimentos que son más llamativas, como brillo o color, lo que va a tener una influencia directa en el hambre y en la saciedad".

A su vez, subrayó que la alimentación modifica las emociones del individuo y su estado de ánimo, por lo que alertó de que puede ser un mecanismo muy importante implicado en la obesidad si no se trata de forma apropiada desde el punto de vista psicológico. "Las emociones intervienen no sólo sobre la percepción del alimento, sino también sobre el apetito", apuntó.

Por otro lado, señaló que cuando hay una patología como la anorexia o la bulimia, existe una presión por parte de la sociedad sobre un modelo de cómo debe ser el cuerpo, hasta el punto en que puede reduce la motivación de alimentarse en el sujeto. "Esta persona se valora y considera según el número de alimentos que ingiere", un efecto negativo que, según explicó este experto, reduce la motivación o tendencia por el apetito.

"Desde el punto de vista social, estas personas tienden al aislamiento, se alejan de situaciones que implican comer con otros, y tienen la sensación de que la comida puede ser una tortura", añadió el doctor Rodríguez, quien señaló que esto produce finalmente una aversión directa hacia los alimentos".

 

Fuente: https://www.elmundo.es/elmundosalud/2008/12/03/nutricion/1228310493.html

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