14.07.2008 07:44

Llorar sin miedo

A menudo reprimido en nuestra sociedad, el llanto es un desahogo beneficioso para nuestro organismo. En la actualidad, son cada vez más las personas que han perdido el miedo a llorar. Y que lo utilizan como una forma poderosa de comunicación.

La frase puede parecer como un disparate, pero es posible. También el llanto, como muchas otras modas más o menos efímeras de nuestros tiempos se ha convertido en tendencia y glamur. La primera señal llegó hace un par de temporadas desde Japón, con la apertura del Nanjing Bar, en la provincia de Jiangsu. Allí ejecutivos estresados o personas melancólicas se juntan delante de una cerveza para llorar todos juntos.

Una hora de llanto, incluida consumición, cuesta tres euros. Servilletas y música melancólica son cortesía de la casa. El fundador, Luo Jun, antes era titular de una agencia matrimonial, hasta que se dio cuenta de que muchos de sus clientes "tenían un enorme deseo de llorar, pero no encontraban la oportunidad". Él se la dio.

De hecho, en Asia está teniendo mucho éxito un género que llamaríamos lloroso:películas y libros dramáticos concebidos para que salgan lagrimones. Son los llamados ´tear movies´ o ´tear books´. En el país nipón hay incluso secciones especializadas en las librerías. En ellas se puede encontrar, por ejemplo, la obra de Kyoichi Katayama, titulada Sekai no Chushin de, Ai o Sakeb (´Llorando por amor en el centro del mundo´), una historia de una niña enferma de leucemia. Un auténtico superventas, de tres millones de ejemplares, ideal para que el lector se deje arrastrar por un llanto liberador. También hay vídeos: la cadena de alquiler Tsutaya ha instalado una sección extra de películas dramáticas ideales para las personas que quieran llorar.

Pues bien, todo este material tiene ahora una nueva salida comercial. En la ciudad de Sendai se ha formado el Lachrymal Gland Club. En Kioto, el Minnade Nako. Son los llamados crying clubs.Los más deprimidos tienen allí la posibilidad de alquilar habitaciones a seis euros para leer libros desgarradores o ver películas de este género y así estimular el llanto.

No crean que estamos ante una extravagancia oriental: la moda de llorar ha llegado ahora también a Europa. En el Reino Unido se ha fundado una organización con esta vocación, The Last Tuesday Society. En el Loss Bar (bar pérdida) de Londres los participantes se reúnen el último martes de cada mes para ahogar sus penas en las lágrimas (y pagando una entrada de 19 euros). "Hay mucha gente triste en el mundo que está sentada en casa y llora. Nosotros le ofrecemos la posibilidad de llorar en público y hacer amigos entre la gente afl igida o deprimida", dice Victor Wynd, el promotor de esta iniciativa. El título de esta cita es de lo más indicativo: "Una noche de exquisita tristeza". En Loss Bar empezaron hace un año con treinta personas pero ahora cuentan con 1.000 clientes. Como banda sonora, un melancólico fado portugués o música clásica. "A medianoche doy una charla sobe la tristeza en el mundo, sacamos cebollas, ponemos el Réquiem de Mozart y entonces es cuando fl uyen las lágrimas", explica Wynd.

En Estados Unidos también se llora a gusto. Lo ha entendido Hillary Clinton, que hace semanas recurrió a los lagrimones en las primarias demócratas para sensibilizar al electorado. Pero también se llora… por gusto. Una nueva página web, www. cryingwhileeating. com, ha conseguido unos 12 millones de visitas. Ahí se ven fotos o videos caseros de gente que llora comiendo. Cada uno de los protagonistas al colgar su grabación en la red alega las razones de su tristeza (porque la novia lo ha dejado, por la despedida de un amigo) y el menú elegido para celebrar la ocasión (un pollo frito o una tarta al chocolate).

Más allá de las anécdotas, estos casos son síntoma de una necesidad muy real. Parece que el ser humano necesita reservar un espacio en la vida frenética actual para desahogarse, para llorar. El llanto, en nuestra sociedad, se considera un síntoma de debilidad y en muchos casos se reprime, cuando en el fondo es un fenómeno muy natural. Es más: el ser humano es el único ser vivo del planeta que llora de emoción. Llorar forma parte de su esencia. Nacemos llorando y lloramos también cuando alguien se va de este mundo. Con un misterio añadido: estas lágrimas del llanto de pena, de dolor o de conmoción, a diferencia de otras (como las que lubrican el ojo o las que se producen a raíz de una irritación), no desempeñan ninguna función concreta para la región ocular. ¿Por qué lloramos entonces?

Pero hoy pocos son los que sostienen esta tesis, ya que no queda demostrada la interrelación causaefecto entre la contracciones musculares (Darwin contó más de cuatrocientas) y el llanto. Tampoco tiene muchos seguidores otra línea de pensamiento, que atribuía a las lágrimas una función de eliminar sustancias tóxicas. El fl ujo lagrimal es muy pobre y el cuerpo tiene otros órganos encargados de esta función de limpieza, como por ejemplo los riñones.

En cambio, sigue vigente la teoría del padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, para quien el sollozo sirve para descargar emociones. De la misma manera que en un estado de tensión nerviosa nos rascamos la cabeza o nos ponemos colorados, nuestro organismo nos ofrece una opción más para librarnos de la angustia: las lágrimas. Según Freud, en caso de estrés se produce una oe En la literatura científi ca no abundan demasiadas explicaciones, aunque sí hay algunas teorías consolidadas. La primera es la de Charles Darwin. Para él, el llanto sería el efecto de una llamada de atención, que tiene su origen en un proceso físico: por ejemplo, cuando un niño grita para llamar a su madre comprime los ojos, lo que exprimiría sus glándulas lacrimales.

En efecto, las hormonas tienen mucho a que ver con las lágrimas. El conocimiento de su composición contribuye a desvelar el enigma. El profesor William Frey, de la Universidad de Minnesota, después de hacer un análisis entre las producidas por personas que veían una película triste y los lagrimones que salían cortando una cebolla, descubrió que la composición del líquido en los dos casos era distinta. Además de su contenido en agua, sales y minerales, las lágrimas "de pena" contenían hormonas responsables del estrés y del dolor. Algunas sustancias como la hormona ACTH o la prolactina sólo están presentes en las lágrimas cuando lloramos de emoción. Así, llorando aliviamos las emociones dolorosas con la expulsión de estos componentes, cuya producción se dispara en caso de tensión emotiva. oe estimulación neurovegetativa de las glándulas lacrimales, que da lugar al llanto. Es un proceso fi siológico en el cual se produce una mejora de la tensión, la disminución de la presión sanguínea, la relajación muscular y un efecto sedante generalizado. De alguna manera, los niveles hormonales vuelven a sus valores normales originales.

En este sentido, algunos creen que el llanto puede ser una buena terapia. Mauricio Palchik, bioquímico argentino, escribe que "existe la posibilidad de recomendar el llanto, como recomendamos la actividad física para mantener la salud o determinadas dietas o el dejar de fumar. Llorar una o dos veces por semana puede recuperar y mantener nuestra salud psicofi siológica". La cuestión es aprender, con un poco de ejercicio. Palchik cree que hay tres niveles de llanto. El bajo o suave, que permite una relajación muscular y una disminucion del pulso cardiaco. El alto, con gemidos y respiración entrecortada, que produce un estado de aletargamiento. Y el último, el reparador,muy profundo y que dura más de un minuto, en el que se experimenta un estado de paz y de toma de conciencia del cuerpo.

Otro científico estadounidense, Thomas A. Stone, confi rma que el llanto tiene un valor curativo. La clave estaría en aquellos recuerdos traumáticos que algunos tienen bloqueados desde la temprana infancia. De alguna manera, si recordamos esos sucesos dolorosos a través del llanto, nuestro cerebro se reparará de forma gradual y los síntomas de nuestro malestar disminuirán. Al revés, según Stone, contener el llanto perjudica nuestra salud, al producir estrés y hasta úlcera.

Sin renegar de estas tesis, teorías más recientes atribuyen al llorar también otra función más social. Juan Murube Castillo, presidente de la Sociedad Internacional de Dacriología y Ojo Seco (la dacriología es la ciencia que estudia las lágrimas y el llanto, cuyo congreso internacional arranca hoy en Turquía), sostiene que el llorar es una herramienta de intercomunicación. En su opinión, cuando la cara ha agotado sus posibilidades de expresar los cientos de estados anímicos que se quieren manifestar, se recurre entonces a las lágrimas emocionales.

Para Murube, lloraríamos por dos razones: para pedir ayuda (en caso de dolor físico, tristeza, soledad, ruptura sentimental, desesperación, miedo) o para manifestar solidaridad hacia los demás u ofrecer ayuda (por ejemplo, al compartir el pésame por la muerte de un ser querido, al vivir una fuerte emoción al oír canciones de la infancia). Más que un gesto de fragilidad, sería una señal de afecto. El primer tipo de llanto empezaría a desarrollarse a los tres meses de edad (es el típico de la rabieta de los más pequeños), mientras que el otro, el emocional o solidario, se manifestaría a partir de los cuatros o seis años. Y para toda la vida. "Aunque estemos llorando solos, siempre se trata de un gesto de comunicación: en ese momento subyace la presencia mental de otra u otras personas a las que va dirigida esta mímica de llanto", precisa Murube. O sea, que lloraríamos siempre pensando en alguien. Simplemente porque formamos parte de este mundo.

Fuente: https://www.lavanguardia.es/premium/publica/publica?COMPID=53465224358&ID_PAGINA=22088&ID_FORMATO=9&turbourl=false

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