10.06.2008 10:51

Viaje sin destino

Escribimos estas líneas desde un hostal de León, Nicaragua. Es un hostal muy correcto, la cama de nuestra habitación es cómoda. Incluso tenemos un ventilador para las noches que hace calor. Pagamos 3€ por persona y noche, que podemos costearnos gracias al trabajo a distancia de programación web, al que dedicamos un promedio de 3 horas diarias.

Justo al cruzar la calle, hay otro hostal, mucho más bonito, donde las habitaciones tienen aire acondicionado, televisión por cable y una muchacha se encarga cada mañana de sacar brillo a los muebles. Vale el triple, es decir, 9€ por persona y noche.

Sin duda alguna, sería más cómodo estar en el segundo hostal. De hecho, podríamos hacerlo. Lo único que tendríamos que hacer es trabajar el triple de horas.

Pero entonces, no tendríamos tiempo de hablar con Santos, el encargado del hostal, ni de "arreglar el mundo" con los demás huéspedes, ni de salir a explorar esta fascinante ciudad y los volcanes que la rodean. No tendríamos tiempo tampoco para descubrir la historia de este sorprendente país, ni de escribir nuestras impresiones y darlas a conocer a través de nuestra web o nuestros libros. Y mucho menos tendríamos tiempo para dedicarlo a los proyectos solidarios con los que queremos contribuir personalmente en hacer de éste un mundo mejor.

Esa, y solamente esa, es nuestra vuelta al mundo. El aprender a vivir con las cosas esenciales, sin ambición por ir al hostal de enfrente, pues en el que estamos tenemos todo lo que necesitamos y nos da la oportunidad de disfrutar del bien más preciado: el tiempo.

Nuestra vuelta al mundo no es un viaje en sí, es una excusa. Es una forma de vivir, es un itinerario con muchas paradas pero sin un destino. No importa demasiado estar en América, en Asia o en África, pues nuestro verdadero viaje consiste en hallar tesoros en las cosas más sencillas de la vida, y en darle a esa sencillez el valor que se merece.

En nuestra anterior vida, apenas teníamos tiempo para nada. Ni siquiera para nuestras aficiones, pues leer un libro o tomar un café con un amigo requerían un tiempo del que no disponíamos. Desayunábamos de pie, corríamos por las calles cuando ni tan siquiera llegábamos tarde a ningún lugar. Nos dejábamos la salud en medio de oficinas llenas de gente malhumorada, y volvíamos a casa para que la noche nos encontrara exhaustos y sin ganas de dedicarnos unos momentos a nosotros mismos. Y todo eso… ¿para qué? Pues para tener el nivel de vida que se supone se debe tener en nuestra sociedad, con las comodidades (o diríamos lujos) que en publicidad te presentan como elixir de la felicidad, pero que a nosotros, sinceramente, no nos compensa.

La vida pierde cualquier sentido si no puedes hacer las cosas que te gustan, y en nuestra anterior vida nos faltaban demasiados alicientes como para darla por buena.

Actualmente estamos dando nuestra segunda vuelta al mundo, pero ésta, a diferencia de la primera que fue nuestro "experimento", no tiene fecha final, pues no nos importa la meta, sino el recorrido, y nos hemos prometido a nosotros mismos no pasar más tiempo del necesario en lugares donde tengamos que desperdiciar nuestra vida procurándonos un sinfín de cosas insignificantes.

Puedes seguir nuestro viaje en www.lavueltaalmundo.net

 

Font: https://www.lavanguardia.es/premium/publica/publica?COMPID=53475721863&ID_PAGINA=22919&ID_FORMATO=9&turbourl=false

 

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